miércoles, 29 de febrero de 2012

Enero 10, 2012
En Bóboro, un día, que bien podría haber sido el de hoy, un árbol en vez de hojas tiró lágrimas que se robó el viento para regar el epazote que está sembrado en las nubes de por aquellos rumbos...

Enero 17, 2012
En sueños recibí noticias de mi añorado Bóboro, vi a Dios llorando ahí... hay veces que hasta Él se siente triste...

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Bóboro

Bóboro

Por Gabriela Marentes

Junio 14 2011

Hay un lugar, donde los pavoreales son todos blancos...

Identifiqué una nostalgia dolorosa dentro de mi. Luego, con urgencia, pretendí evocar un espacio que me produjera algo de consuelo y apareció Bóboro. Esa calle larga con cuadritos de pasto y árboles de mil años y cien metros de altura, los caminos de piedra hacia los jardines, las flores de acacia que se pueden comer como postre, las jacarandas grises que son típicas. También hallé refugio bajo los techos de teja de las casas casi amarillas. Después, sin que yo pudiera evitarlo, me invadió un golpe de tristeza. Lo que me pasó es que me sentí extraña, invasora en esa tierra que ni en sueños me recuerda... Llegué hasta la puerta de la casa que debía de ser mía, no me atreví a abrirla... Di la vuelta y volví sintiendo de pronto mis ropas demasiado grandes y también los pies resultan chiquitos dentro de mis zapatos. En conclusión, regresé de un recuerdo empequeñecida, encogida y de la mano de la nostalgia, pero no se asusten cuando me vean, supongo que este mal tendrá algún remedio...

Junio 23 2011

Bóboro vino ahora a mi.
Fue de madrugada, una ola lo depositó a los pies de mi cama.
Bajé el pie descalzo con mucho cuidado para tocarlo, entonces colocó un beso oscuro, húmedo con aroma a piloncillo en mi tobillo, comprendí que vino para darme la oportunidad de confesarme…
Mis secretos inquietos murmuran plegarias dentro de mi almohada…

Julio 7 2011

Supe que Bóboro nació en silencio, no lloró pero hizo llover serenamente por tres años. Dicen que desde que nació fue grande como la nostalgia...

Julio 8 2011

De sus tres primeros años, Bóboro heredó el privilegio para cada uno de sus habitantes de poseer una ola. Junto a las casas y jardines se crean "huertos de olas" que es la forma bonita que encontraron para decirle a los espacios en donde las familias ponen el criadero de su ola. Las olas, cuando ya ha crecido lo suficiente, arrullan los días y noches del pueblo y sólo se callan por respeto cuando llega la lluvia. Secretos de mar murmuran los árboles de Bóboro cuando los toca el viento. Por ley, sólo puede haber una ola en cada casa y las razones son fáciles de imaginar...

Julio 8 2011

Un cuento de Bóboro para los niños: “Rumores del bosque”

Había una vez un lobo que salió a jugar al bosque sin permiso de su mamá y se encontró a una niña pequeña con una caperusa roja y una canasta quien le aseguró que se dirigía a casa de su abuelita enferma para llevarle algunos víveres... ¡El inocente lobo creyó aquella historia y, en cuanto se dio la vuelta para seguir a una mariposa, la niña le cayó encima con un cuchillo y un tenedor suministrándole una muerte dolorosa y lenta!

Julio 12 2011

La historia de amor más hermosa que he escuchado en mi vida la importó Bóboro...
Continuará...

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Mis confesiones...

06/11/07
Hace demasiados años, la luna de octubre debe haberse sentido defraudada. Era de madrugada y entró en trabajo de parto una mujer que lloró nueve meses enteros porque no quería tener más hijos. Su esposo la llevó al hospital y pateó el viento presintiendo lo peor: él no quería más hijas. De ninguna manera. La madre a disgusto estaba ardiendo en calentura, por una infección de la garganta que no habían podido tratar debidamente debido al embarazo.
Así fue como llegué yo al mundo: una verdadera pena. Mi primer pecado

07/11/07
Para su desgracia mi papá engendró siete hijas y nada más tres varones. Un año después de mi nacimiento llegaron a casa mis hermanas cuatas y luego tres hermanos más. Soy la de en medio -doy este dato consciente de que dicen que es psicológicamente relevante-. Por otro lado, mi mamá pasó nueve años seguidos de su vida embarazada y el tiempo que ha llorado ha sido mucho más que ésto, aunque lo hace sin lágrimas, porque así la educaron. Yo solía llorar mares cuando niña. Mi segundo pecado.

08/11/07
La niñez me enseñó lo que era la soledad y el terror. Mi tercer pecado. Mi mejor amiga era mi muñeca Gaby, juntas atravezamos muchas noches terribles y sobrevivimos a múltiples naufragios, desolación y desencanto. No me sirvió de mucho pero, en busca de atención, desarrollé fobia a los perros, aunque cariñosamente me hacía acompañar de uno imaginario... Mi cuarto pecado. Supe, desde que tengo uso de razón, que la vida no es fácil. Mi quinto pecado y de ahí para adelante perdí la cuenta. Intuí siendo pequeña que el paraíso debería estar en la muerte. De mis padres recibí un regalo que he atesorado toda la vida y que jamás podré agradecer lo suficiente (además creció conmigo, se ha desarrollado y se ha convertido en un lugar para mí): la fe. Tuve así el privilegio de conocer a un Dios que me ama a pesar de todo (de ser quien soy) y, que con trabajos aprendí a conocer para confirmar que ha sido capaz de consolarme, acompañarme y darme en vida un paraíso que llevo conmigo a donde quiera que vaya. Sólo Él, que todo lo comprende, me ha hecho el honor de otorgarme varios milagros chiquitos como un beso, un chocolate o una mariposa y dos grandes que son mis hijos y, dueño de una gran generosidad, para los sueños me concedió alas. Definitivamente si la felicidad estuviera lejos de Dios: no quiero ser feliz. Ahora he dejado de ser niña la mayoría de las horas. ¡Cuántos pecados!

martes, 23 de octubre de 2007

Para mirar que no estás no me hace falta abrir los ojos...


REFUGIO CONTRA LA TORMENTA (1997)


Afuera, la noche se extendía... Rodaba entre los árboles, las piedras y los alacranes...
Adentro, la luz de la lámpra de buró, el calor anaranjado de la chimenea...
Más adentro, la cama: diponible y limpia.
Afuera, el cielo era todo nubes chispeante y húmedas.
Adentro, Eduardo y Samira tenían los ojos fijos en el fuego. Él vestía pantalones y camisa de mezclilla; se quitó los tenis y los aventó a la orilla del cuarto de hotel.
Mas adentro, ella dejó caer la bata al piso y se tumbó sobre la cama vestida únicamente con un collar largo de perlas.
Afuera, el cielo lamía una tormenta en el vientre de la noche.
Adentro, Eduardo puso sobre el hombro de Samira la mano caliente de sus veinticinco años.
Más adentro, la joven admiró el brazo gande y moreno en contraste con su piel blanca. Imaginó que su cuerpo entero cabía dentro de aquella mano...
Afuera, el cielo y la noche gemían en un abrazo que se escurrió por las paredes del hotel, los árboles, las piedras... Un abrazo que mojó los cristales temblorosos de las ventanas.
Adentro, Eduardo pasó su mano rápidamente por la cabellera de su esposa.
Más adentro, ella sorbió con sus ojos cafés la imagen de Eduardo y luego los cerró para desnudarlo.
Afuera, la noche sembró charcos a sus pies.
Adentro, Eduardo dio un beso en la frente a Samira mismo que ella, con su pensamiento, arrastró hacia la naríz, más abajo humedeció sus labios, dibujó su barbilla, saltó al cuello con su memoria y lo detuvo entre sus senos. "Ahorita regreso. No me tardo", le dijo él.
Más adentro, la muchacha le preguntó al marido viéndolo ponerse los tenis y la chamarrra: "¿A dónde vas? Está lloviendo". A lo que él respondió: "No me tardo, linda. Voy a ver si consigo una televisión, aunque sea chiquita, para ver el partido de futbol y no aburrirnos".

domingo, 21 de octubre de 2007