Bóboro
Por Gabriela Marentes
Junio 14 2011
Hay un lugar, donde los pavoreales son todos blancos...
Identifiqué una nostalgia dolorosa dentro de mi. Luego, con urgencia, pretendí evocar un espacio que me produjera algo de consuelo y apareció Bóboro. Esa calle larga con cuadritos de pasto y árboles de mil años y cien metros de altura, los caminos de piedra hacia los jardines, las flores de acacia que se pueden comer como postre, las jacarandas grises que son típicas. También hallé refugio bajo los techos de teja de las casas casi amarillas. Después, sin que yo pudiera evitarlo, me invadió un golpe de tristeza. Lo que me pasó es que me sentí extraña, invasora en esa tierra que ni en sueños me recuerda... Llegué hasta la puerta de la casa que debía de ser mía, no me atreví a abrirla... Di la vuelta y volví sintiendo de pronto mis ropas demasiado grandes y también los pies resultan chiquitos dentro de mis zapatos. En conclusión, regresé de un recuerdo empequeñecida, encogida y de la mano de la nostalgia, pero no se asusten cuando me vean, supongo que este mal tendrá algún remedio...
Junio 23 2011
Bóboro vino ahora a mi.
Fue de madrugada, una ola lo depositó a los pies de mi cama.
Bajé el pie descalzo con mucho cuidado para tocarlo, entonces colocó un beso oscuro, húmedo con aroma a piloncillo en mi tobillo, comprendí que vino para darme la oportunidad de confesarme…
Mis secretos inquietos murmuran plegarias dentro de mi almohada…
Julio 7 2011
Julio 8 2011
De sus tres primeros años, Bóboro heredó el privilegio para cada uno de sus habitantes de poseer una ola. Junto a las casas y jardines se crean "huertos de olas" que es la forma bonita que encontraron para decirle a los espacios en donde las familias ponen el criadero de su ola. Las olas, cuando ya ha crecido lo suficiente, arrullan los días y noches del pueblo y sólo se callan por respeto cuando llega la lluvia. Secretos de mar murmuran los árboles de Bóboro cuando los toca el viento. Por ley, sólo puede haber una ola en cada casa y las razones son fáciles de imaginar...
Julio 8 2011
Un cuento de Bóboro para los niños: “Rumores del bosque”
Había una vez un lobo que salió a jugar al bosque sin permiso de su mamá y se encontró a una niña pequeña con una caperusa roja y una canasta quien le aseguró que se dirigía a casa de su abuelita enferma para llevarle algunos víveres... ¡El inocente lobo creyó aquella historia y, en cuanto se dio la vuelta para seguir a una mariposa, la niña le cayó encima con un cuchillo y un tenedor suministrándole una muerte dolorosa y lenta!
Julio 12 2011
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